"(...) Puedo experimentar de antemano la desaprobación con que ustedes leerán esta "carta abierta". No me molesta. De todos modos, estaría muy mal que no tuvieran siquiera la insinuación de que en sus mejores momentos ustedes actúan por intuición y que son las posibilidades de una existencia superior lo que los hace permanecer vivos. Ustedes no querrían seguir viviendo si tuvieran los sentidos embotados. En cambio, deberían desear adquirir mayor conciencia del mundo y sus por qué y sus tal vez. Y deberían saber que nuestras fallas y nuestras imperfecciones son sólo signos de que estamos ascendiendo, elevados hacia ese futuro que está en nosotros -aquello que es la súper-conciencia, constantemente llevándonos hacia arriba, cada vez más alto.
Nosotros, los músicos, hemos recibido un gran poder para encender con acordes el fuego del anhelo de elevarse. Fuera de nosotros mismos. Seamos cuidadosos de no perder este poder. No sólo es importante que los músicos traten de alcanzar las alturas más elevadas, sino que además el campo de la vibración que los rodea es tan fuerte, tan sobre-eléctrico, que cualquiera que penetre en este campo se eleva con los músicos.
Participemos por lo tanto en la gran revolución de la humanidad, puesto que realmente sabemos lo que queremos de verdad. Vale la pena jugarse la propia vida cuando está en juego. Pero ya no vale la pena cuando solamente están comprometidas verdades parciales, grupos privados, problemas nacionales o problemas políticos unidimencionales. Que no nos domine la idea de que hay alguna clase de validez individual en una revolución francesa, vietnamita, checa, rusa o africana. Lo único que cuenta es la revolución de la juventud mundial en pro de lo más elevado del hombre. Nada más que esto. El hombre más elevado no ha de nacer de la destrucción, de la explosión de átomos, de cerrar fronteras viciadas, sino sólo de la conciencia creciente de que la humanidad es sólo cuerpo, y de que el cuerpo entero está enfermo e incapacitado, mientras haya uno solo de sus miembros golpeado, herido, ultrajado o eliminado.
La batalla -y una batalla es inevitable- será dura, ya que los que están en el poder han perdido su fe en la humanidad. Creen que ellos son los elegidos porque la situación es tal que tienen los medios físicos para detentar el poder. Tienen a su disposición los dogmas y los sistemas morales, políticos y religiosos que usan para juzgar y ordenar a los más débiles. Pero en realidad, son los prisioneros de su propia razón, que divide todo para poder "entender" y controlar al mundo.
Por lo tanto, los ingenieros de la razón perderán en último análisis sus guerras no santas porque tienen callos y no tienen ninguna súper conciencia del hombre más elevado que inspire sus acciones. Somos gobernados por generales del ejército, magnates financieros, estadistas, oficiales de partido, fanáticos religiosos, lideres grupales y especialistas en administración. ¿Qué otra cosa podemos esperar del mundo bajo estas circunstancias?
Pero empecemos desde la línea de partida: desde nosotros mismos. Y cuando hayamos adquirido la conciencia más elevada ya no necesitaremos "ser gobernados". Entonces obtendremos consejos de los santos -no los santos de la iglesia sino los espíritus que sirven a toda la humanidad, que han adquirido una conciencia universal que va más allá de las diferencias de religión y de raza y que no confunde universalidad con uniformidad.
¿Qué tiene que ver todo esto con la música? Hoy lo que interesa es la totalidad. Si entendemos esto, haremos también una música verdadera que permitirá que esta totalidad se pueda conocer." (*)
(*)Autor: Karlheinz Stockhausen (1928-2007) Fuente: Nota procedente de la publicación "Escombro", publicada en 1974.