28.12.09

Interpretar...o no interpretar.

"Cuando Nietzsche nos habla, nos convence del poder de la mentira en la religión, en la filosofía, aparece como un gran liberador. Tendríamos que haber entendido gracias a él que cuando un hombre se exhibe ante un público, cuando un individuo se expresa con palabras, con sonidos, con colores frente al presente y la posteridad, somos siempre espectadores de una comedia, jamás se tratará de algo sano, serio, transparente. Si lo que se quiere son otras cosas, la salud, la naturaleza, la verdad, lo límpido y lo auténtico, habrá que eliminar toda interpretación. Habrá entonces que condenar a la filosofía, y no sólo a lo que lleva propiamente este nombre, es decir un cierto discurso retórico escrito, sino también el poema de Parménides o los aforismos de Heráclito, porque también éstos eran interpretación. De dicha sentencia se pueden salvar los Upanishads, cuya tradición pública es un acontecimiento contingente; quizá se pueden dejar fuera algunas cosas más, cuando una cierta experiencia, un conocimiento no nos ha sido transmitido directamente por los autores, los protagonistas, los testigos oculares. La mentira es el instrumento de la voluntad de poder, pero la voluntad de poder no es mentirosa. Esta es la liberación sugerida por Nietzsche, aunque las conclusiones nihilistas, respecto a las expresiones consagradas públicamente, no llegó a deducirlas y sobre todo no las puso en práctica. Pero es un nihilismo únicamente respecto a lo que «nosotros» llamarnos cultura. ¿Existe alguna expresión humana que armonice con la naturaleza? El acontecimiento teatral cumple esta condición cuando no existe un actor que interpreta frente a un público, sino que es la colectividad exaltada la que ve y actúa, confundiéndose espectadores y actores. Lo mismo puede decirse respecto a aquel pathos y aquellas palabras dichas de hombre a hombre, que más tarde, traducidas a espectáculo interpretado por un actor para un público, posteriormente apresadas en la escritura, asumen la figura decadente de la filosofía."

(Giorgio Colli- Después de Nietzsche)

13.12.09

Pasar en limpio (una caja de zapatos)


Pasar en limpio es coleccionar superposiciones de papeles manteca.

El nuevo papel tiene algo del anterior pero está pasado por el tiempo, está meditado con tiempo y pasado por su propia forma de medir el tiempo.

Hay, también como un acomodamiento de diferentes medidas.

Por eso me gusta trabajar con papeles de diferentes formatos.

El casi último (o último antes de los ensayos y posteriores retoques) me gusta hacerlo sobre una hoja en blanco: ahí escribo el pentagrama y lo que necesito a mi medida, o a la que tiene la obra en sí.

Doy muchas vueltas porque casi que le pido a la música que me diga dónde quiere ponerse.

Trato de habitar todo ese tiempo, como si buscara que la obra lo contuviera para expresar con ella tiempo vivido.

Es decir, no me importa la obra en sí, es otra caja de zapatos, sino la duración que expresa.

Las sensaciones que puede producir en cada una de las personas que escucha.

Quizás estoy buscando relaciones puras con el universo.

El tiempo expresado desde el comienzo. Atrás, muy atrás, muy muy atrás en el tiempo.

Por eso no creo en las tradiciones.

Mi sensación es parecida a la de volver al lugar donde se nació (más atrás) y encontrar un inmenso depósito: no sé qué busco pero sé que no lo voy a encontrar si no ordeno primero lo que hay allí. Al ordenar, comienza el uso de técnicas de clasificación primero por analogías formales, después se va hilando más fino, se cambian conceptos, etc. Al final se encuentra un papelito, pero ese papelito guarda en sí un secreto chiquito y bueno, uno trata de que no se quede encerrado allí y que vuele y así se pasa el tiempo y resulta que eso no es más que una obra.

Una obra que se guarda, .... dónde......... en una caja de zapatos.

Todo ese proceso, que nace de una pregunta y termina en una música hecha, encuentra sus tecnologías a medida que se expresa o desarrolla. Entonces, se puede decir que vive, de cierta manera, pero no porque uno quiera trasladar vida metafóricamente; sino que vive porque trasmite elementos que justifican su tiempo a su debido tiempo.

(Hamburgo, julio de 1999)