28.11.08

El concepto de ficción.

(...) Puesto que autobiografía, biografía, y todo lo que puede entrar en la categoría de nonfiction, la multitud de géneros que vuelven la espalda a la ficción, han decidido representar la supuesta verdad objetiva, son ellos quienes deben suministrar las pruebas de su eficacia. Esta obligación no es fácil de cumplir: todo lo que es verificable en este tipo de relatos es en general anecdótico y secundario, pero la credibilidad del relato y su razón de ser peligran si el autor abandona el plano de lo verificable.
La ficción, desde sus orígenes, ha sabido emanciparse de esas cadenas. Pero que nadie se confunda: no se escriben ficciones para eludir, por inmadurez o irresponsabilidad, los rigores que exige el tratamiento de la "verdad", sino justamente para poner en evidencia el carácter complejo de la situación, carácter complejo del que el tratamiento limitado a lo verificable implica una reducción abusiva y un empobrecimiento. Al dar un salto hacia lo inverificable, la ficción multiplica al infinito las posibilidades de tratamiento. No vuelve la espalda a una supuesta realidad objetiva: muy por el contrario, se sumerge en su turbulencia, desdeñando la actitud ingenua que consiste en pretender saber de antemano cómo esa realidad está hecha. No es una claudicación ante tal o cual ética de la verdad, sino la búsqueda de una un poco menos rudimentaria.

[Juan José Saer, El concepto de ficción]

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20.11.08

Mambobubú en el "IX Festival Panorámico de Guadalajara".

Mañana viernes 21 de noviembre estoy en Guadalajara (España) dando un taller que culmina en una performance.

Construiremos instrumentos de viento que toman formas caprichosas. Es decir: las formas de nuestros caprichos. Literalmente serán parte de nuestra inspiración y esto es "recibir el aliento".

Mi idea es la conexión persona-aire-sonido-instrumentos y luego entre todos descubrir el espacio y llenarlo con juegos que tienen que ver con una posible forma de entender la música. Es fundamental el aporte de Cora Leivinson (musicoterapeuta argentina), a quien conozco de hace muchos años y cuya solvencia y capacidad hace que me sienta más tranquilo en cuanto al movimiento y motivación del grupo.

También llevo un libro para leer en el autobús. Me encantan estos viajes medio largos (7 horas) porque aprovecho para ponerme al día con las lecturas.

En mi bolso hay un sinte (el viejo kawai k1), mi laptop con una placa externa behringer.
La idea es, además tocar con dos grandes tipos locales llamados Antonio. Antonio Redondo (artista plástico) y Antonio Mateo (escritor). Llevo para probar las bases de mi música "Fósiles de oído primario" (in progress), sonidos de mi sinte especialmente programados para la ocasión y sintes virtuales de la colección legacy de Korg controlados por una nanokey de 25 teclas.

12.11.08

Juego I


Siempre he entendido la composición como un juego. Uno en el que tenemos que crear primero las reglas, después practicar jugadas y conseguir una partida donde todos los elementos que fueron "puestos en juego" lleguen a un punto óptimo. Como este tiene que ver con nuestras miras es indispensable "leer" o entender los diferentes juegos y soluciones que nos han propuesto otros compositores a lo largo de la historia de la música.
Hay dos situaciones muy diferentes: una es crear en una habitación cerrada y otra tener adelante una ventana luminosa.
[Foto de Ine Ophof]

1.11.08

el uno con el otro

Indiferente a la continuidad, o a un plan, su relato avanzaba de insinuaciones en evasivas, de resúmenes en eufemismos, y, más que una historia, resultaba una serie de visiones nítidas, aisladas, como a través de las grietas de un muro, o de las aspilleras de una fortaleza, ese segmento de paisaje que, muy cercano, parece tan profundo.
¿Estaba contando su vida? Se hubiera dicho que no cesaba de alejarse de ella, cortados los puentes, postrera huida hacia adelante, y que se empeñaba en tornar indiscernible cualquier atisbo de coherencia. De frase en frase y desde el momento en que sentía haber conquistado un confidente, franqueaba de un salto los intervalos y, diestra en el arte de dosificar las anécdotas, lo dejaba con las ganas, como si, en caso de terminar el cuento, hubiera debido sufrir el castigo prometido a Sherezade. Te rogaba que le hablaras de ti mismo, y uno pensaba que sabría escuchar y alentar las confesiones, pero cualquier analogía de tu existencia con la suya le permitía retomar su discurso. Es tan grato descubrirse afinidades con alguien, comprobar que se comparten gustos y disgustos, que no se vacila en limar las diferencias para encontrarse, por un momento, el uno con el otro.

[Héctor Bianciotti, El paso tan lento del amor]